ENTREVISTA A UN EX-PRESIDIARIO.

Siempre me gustó andar por el parque de mi pueblo. Es un lugar perfecto para charlar con tus amigos. Además, como vengo poco, siempre es agradable verlos. Mirar cómo han crecido los hijos de algunos de ellos, y volver a jugar con los perros de otros, que sólo eran cachorros la última vez que los viste.

Cuando llegué, fue una sorpresa para mí encontrar a Agustín (no diré sus apellidos por respeto a él), sentado en una destartalada bicicleta que perteneció a su padre, apurando al máximo la colilla de un cigarrillo.

Me alegró especialmente su presencia, ya llevaba ocho meses sin verlo, cinco de los cuales había pasado en prisión. Después de saludarle y por supuesto, con su consentimiento, me decidí a hacerle una pequeña entrevista. Ruego disculpas por su brevedad, pero no la tenía preparada:

Pablo: ¿Puedes decirnos cómo acabaste en prisión?

Agustín: ¿La última vez? (risas). Cuando tenía doce años me llevaron a un reformatorio por tener problemas en las relaciones con los demás. Era sólo un “mico”, pero ahí estaba. Yo no lo hacía por nada, ya sabes que con cuatro años mi madre me abandonó. Aprendí a vivir con mi padre y con mis hermanos. De repente, ocho años después, aparece una completa desconocida diciendo que es nuestra madre. Para mí, mi madre murió cuando yo tenía cuatro, me cabreó mucho que volviese. Yo lo pagué con el mundo entero. Hace un par de años me “entalegaron” por robar a pijos en sus chalets, de eso sí que no me arrepiento. ¡El sillín de la bici es robado! (risas). Esta última ha sido por drogas. Tráfico y posesión de grandes cantidades. Tú me conoces desde pequeño, vivíamos en el mismo barrio, y sabes cómo soy. Si, he robado y he vendido drogas, pero eso es porque no he tenido para comer.

P: ¿Se nota el estigma de ser un expresidiario a la hora de buscar trabajo?

A: Joder si se nota... Sólo te digo que si hoy he comido es gracias a que mi hermano mayor cobra una pensión por minusvalía, sino a tomar por culo… otra vez a robar, o a vender.

P: ¿Sigues traficando?

A: Sí, si quieres pillar tengo de todo (risas). No, es broma, ya he estado dos veces “entalegao”, paso de esa mierda. No pienso vender más droga, no pienso robar, no pienso dar motivos para acabar con mis huesos en ese puto agujero. Eso es para verlo, hermano, es una jungla. Ahora consumo, lo reconozco, pero no vendo. Lo sabe todo el mundo. De hecho, “los civiles” (la guardia civil), ya ni me paran.

P: ¿Tienes algún tipo de ayuda económica por tu tiempo en prisión, para rehacer tu vida?

A: Nada, tío. Es una mentira todo. Lo fuerte es que me dicen: “ya eres libre, si hubieses sido preso uno o dos meses más, cobrarías dieciocho meses de paro”. Y ahora, ¿qué? Pues comiéndome los mocos. Además, antes de entrar en prisión, me atropelló un coche. Mi informe médico lo tienen en la cárcel. Yo no puedo pedir nada sin ese informe, llamo y me chulean. No me lo dan, sólo te pasan de un tipo a otro, de teléfono en teléfono, sin dejar nada claro. Tengo que ir a Herrera a por ese papel, pero no tengo “pasta” para echarle gasolina al coche. Así que, a esperar a que alguien me deje diez “pavitos” (esto último, dicho en voz alta, señalando al resto de amigos y riendo).

P: Acabaste en prisión después de una redada nocturna, ¿puedes contarnos cómo fue?

A: Fue acojonante. Estábamos durmiendo mi hermano y yo en el solar donde teníamos “la guasa” (las drogas), sabes que dormíamos allí por seguridad... pues nada más lejos: un ostión en la puerta, la puerta se cae al suelo, yo me despierto en calzoncillos, me levanto a ver queépasa, y un tipo vestido de azul oscuro me alumbra a los ojos con una linterna, me pega un rodillazo en la tripa, me tira al suelo y me esposa. Cuando estoy en el suelo, veo que mi hermano está igual que yo. Se ponen a revolver todo, encuentran el hachís y la marihuana. Todo lo que teníamos, mucho, pero mucho, tío. Saca la porra y le dice a mi hermano que dónde está la cocaína. Mi hermano le dice que no tenemos cocaína, el tipo le pega en las piernas y me pone la porra en la cara. Me dice lo mismo, y yo le contesto la verdad: que no tenemos cocaína. Entonces nos levantan y nos meten a la furgoneta de la guardia civil, en calzoncillos y todo, y mucha gente haciendo fotos, ¿me viste en el periódico, no? (risas). Luego nos llevaron al cuartel del pueblo. Nos dijeron que estábamos detenidos y toda esa basura. Teníamos juicio rápido, y mi hermano y yo nos fuimos para “la trena”. Yo me escondí una china de hachís en la deportiva. Mi hermano me decía que estaba loco, pero, compadre, ya he estado en sitios así. No puedes entrar con miedo. Te juegas tu comida, y con eso no se juega.

P: ¿Cómo ha sido la estancia en prisión?

A: Si te soy sincero, ha sido lo peor. Eso es para vivirlo. Peor que los animales salvajes. En el patio, dos colombianos se pelearon, eran de las bandas estas raras, y eran rivales. No me preguntes cómo, pero un hijo de puta tenía un cuchillo, y se lo clavó al otro. Joder la de sangre, fue muy fuerte, yo creía que iba a vomitar de lo nervioso que estaba. No se que pasaría con el tío ese, pero yo creo que lo mató. Nunca he visto tanta sangre junta. Encima casi le pegan a mi hermano. Ya sabes cómo es él, no se deja pisar por nadie, y en la cárcel el juego es “o me pisas, o te piso”. Por otra parte, la comida es un mierda. El día que salí, me gasté veinte pavos en un McDonald (risas).

P: ¿Tenías algún tipo de Educador?

A: Eso sólo pasa en las películas (risas). En el centro de menores sí tuve uno, muy majo, José Luis. Todavía lo llamo al móvil a veces. Muy buen tipo. Pero en la cárcel no. Allí eres un gasto para el estado, y cuanto menos por culo des, mejor. Te encierran un tiempo, te dan de comer basura. Tu tiempo lo pasas en tu celda o en el patio, y a cumplir la condena cuanto antes para irte a casa.

P: ¿Qué es estar encerrado todo el día?

A: Eso es la mayor mierda que inventó el ser humano. No hablas con nadie, no te relacionas… A mí se me olvidó incluso dónde estaba. Pasé unos días en Alcázar de San Juan, y el resto en Herrera de la Mancha, pero llegó un momento en que no sabía ni dónde estaba. Luego salí, y mírame: sin dinero para un paquete de tabaco, ni para nada, lo justo para comer. Para eso allí estaba bien.

Y así terminó, espero que con este testimonio nos hagamos un poco a la idea de lo que pasa entre esos muros. Hay quien pide que las medidas sean incluso más duras. Conozco a este chico desde siempre, es mi amigo, y si ha hecho lo que ha hecho es para conseguir dinero, y no para pagar un coche caro ni ropitas de marca. Espero que sirva de reflexión. Intentaré quedar con él algún día con tiempo, y hacer la entrevista más extensa.

Gracias por vuestra atención.
Pablo Fernández de la Puebla Martín de Ruedas.
1 Response
  1. Sophie Says:

    Pablo, sabes que somos muchos los que no queremos el endurecimiento de las penas, pero eso no les interesa a los mismos que levantan los muros de las prisiones, nos va a costar...pero aunque no lo veamos, espero que algún día todo esto se tome más en serio...porque ahora parece un simple juego del MONOPOLI, donde las fichas somos nosotros y el banco son los de siempre...

    Un abrazo chicos, una entrada genial!